No hay evidencias estadísticas que indiquen que nuestra felicidad aumente durante las fiestas de Navidad. Ni tampoco que se produzcan más suicidios que en otros momentos del año. Pero sí que hay estudios que revelan datos contradictorios.

Unos estudios arrojan como resultado un aumento de los casos de suicidio y, otros, nos dicen que la cifra se mantiene con respecto al resto del año. Pero lo que sí parece aumentar es el número de personas que demandan atención psicológica, en especial, por aparición o empeoramiento del estado de ánimo, particularmente sintomatología depresiva.

Malestar o tristeza

Parece evidente que se genera en muchas personas un malestar o una tristeza, especialmente en los días previos a la Navidad. Reflexionando sobre este sentimiento de tristeza tan común se me ocurren un puñado de razones que lo explicarían, al menos, parcialmente. Entre esas razones, acude en primera instancia a mi mente la carencia de algo o alguien. Y es que todos tenemos un ser querido que por diversas razones no podemos sentar a nuestra mesa, la carencia de trabajo, de dinero, de personas que nos aman o a quien amar…

Pero lo que a mí me parece la razón con más poder para generar malestar es la que nuestros jóvenes llaman “postureo”. Y ésta no es otra que la obligación de ser feliz a ultranza y compartirlo vía redes sociales, con cuantas más personas mejor, sean amigos o no. Vivimos en la cultura del consumismo. Y éste nos hace creer que la felicidad se obtiene, fundamentalmente, adquiriendo cosas materiales.  Al mismo tiempo, obviamos el resto de bienes, unos bienes mucho más duraderos y gratificantes pero que no son susceptibles de ser fotografiados y colgados en una red.

Invitados a ser felices

La sociedad nos insta a ser felices

La sociedad nos insta a ser felices

La sociedad nos insta a ser felices en Navidad, a amar en Navidad, a ser amados en Navidad… En estas fechas, parece que el amor y la alegría sean emociones que se puedan comprar a peso en cualquier gran almacén. Como si sólo fuese cuestión de  acercarse y vivir la magia de ver elfos, renos y trineos en cualquier ciudad. Además, nuestros amigos y contactos de WhatsApp nos inundan de mensajes de paz y amor, aderezados con una dulce música navideña y bonitas imágenes de paz, aun cuando nuestro estado de ánimo no coincide con lo que nos están transmitiendo.

Emociones

Un aspecto importante a tener en cuenta es que las emociones acuden a nosotros sin que las llamemos. Es decir, cuando se nos intenta persuadir o manipular a voluntad, nuestros procesos instintivos se anulan. Se trata de una conocida característica de la mente humana. Basta con forzar cualquier sentimiento o emoción para que acuda a nosotros la contraria. Un ejemplo muy claro es cuando intentamos contener la risa.

También está de moda (los libros de “autoayuda” contribuyen a ello) divulgar el principio “si tú piensas en negativo el universo te devolverá negatividad, porque la negatividad es algo que se genera voluntariamente”, o la maravillosa frase “si piensas males atraes males”. Este absurdo pensamiento sobre la terrible crueldad del universo nos hace mucho daño y, lejos de ayudarnos a ser positivos, nos carga de culpabilidad ante cualquier infortunio que nos acontezca llevándonos a pensar que nos lo hemos buscado.

La explicación racional y fundada es que cuando una persona está atravesando una situación complicada, lo normal es que tenga temor y angustia. Por eso, su manera de afrontar las dificultades puede ser anómala o poco acertada. De lo contrario, si una persona está en un buen momento su equilibrio interno es firme, encara los problemas de forma mucho más eficiente y proactiva; pero la participación del universo en estas cuestiones se reduce a la nada.

Estas divagaciones me llevan a pensar que, sin tener la certeza de que en Navidad se produzcan más suicidios o no, es necesario tomar conciencia de que la felicidad, la infelicidad, el amor, el olvido, la soledad, el miedo, etc. son emociones que acuden a nosotros a pesar de que no las elijamos y que, de algún modo, están relacionadas con el calendario.

25 de diciembre

Solamente hay un 25 de diciembre al año. Los otros 364 días son igual de importantes. Lo fundamental es hacernos conscientes de lo que es relevante, o no, en la vida. Entender que las fotos de mesas llenas de marisco y los árboles de Navidad cargados de regalos son con mucha frecuencia algo efímero. Los problemas del 23 de diciembre no desaparecen por arte de magia y el 26 vamos a tener que continuar “apechugando” porque Papá Noel, a veces, deja algo pero no suele llevarse nada, mucho menos problemas.

Os damos algunas recomendaciones

Os damos algunas recomendaciones

Recomendaciones

Para abordar de forma un poco más razonable estas fechas, que para muchos son maravillosas y a otros les gustaría desaparecer del mapa hasta el 7 de enero, ahí van unas recomendaciones que se pueden intentar (con la conciencia de que si no nos sale bien no tenemos la culpa).

  • La felicidad que se vende tiene como finalidad incentivar el consumo.
  • Los amigos que de verdad importan no esperan a Navidad para hacerte saber que te quieren.
  • No tenemos la culpa de la mayoría de las cosas complicadas que nos pasan, la adversidad forma parte de la vida sin que nosotros atraigamos el mal incluso cuando tenemos malos pensamientos.
  • Valoremos lo que de verdad importa, que no es otra cosa que aquello sin lo que nuestra vida no tendría razón de ser.
  • Si necesitamos ayuda podemos pedirla todos los días del año.

 

María Dolores Sobrino

Psicóloga y Directora de Áreas de Intervención