Fue el pasado 13 de marzo. La vida de todos nosotros dio un giro de 180 grados y, de la noche a la mañana, las rutinas, costumbres y prioridades del ayer dejaron de tener sentido en el ahora. De buenas a primeras, miles de empresas tienen que acogerse a un ERTE para asumir su cierre temporal, los menores empiezan a seguir sus clases desde casa, la policía vigila que sólo salgamos para pasear al perro o comprar comida y, los que tenemos la suerte de seguir trabajando, lo hacemos desde nuestras casas. Teletrabajo lo llaman.

No pasó mucho tiempo hasta que las redes se llenaron de artículos, videos y clases maestras de grandes expertos en el mundo laboral que nos proporcionaban de manera “altruista” las claves para sacar adelante nuestras obligaciones laborales con éxito, no sin antes insistirnos en que estábamos ante una oportunidad única de crecimiento profesional y personal que todos deberíamos aprovechar.

La realidad

Sin embargo, la realidad que cada uno de nosotros nos hemos encontrado en nuestro día a día es diametralmente opuesta. La mayoría de empresas no estaban preparadas para el teletrabajo y, por si fuera poco, las particularidades de la situación actual hacen que el escenario en el que nos encontramos diste mucho de ser el idóneo para sacar adelante el trabajo desde casa. Esta situación es especialmente palpable en los hogares en los que hay uno o varios menores, donde no sólo hay que lidiar con las obligaciones laborales, sino también con la crianza, el cuidado y el entretenimiento de éstos.

Por ello, hemos considerado que más allá de realizar tediosas revisiones de artículos y bibliografía referente a las inéditas condiciones en las que nos encontramos, resultaría particularmente interesante escuchar lo que varias familias con hijos en edad escolar tienen que decir acerca de su propia gestión y de cómo el paso de los días ha ido adaptando y regulando sus propias prioridades. Las muchas conclusiones extraídas de estas conversaciones podrían agruparse en los siguientes puntos clave.


Conclusiones sobre el teletrabajo y conciliación familiar

Cuidado con las expectativas

Las condiciones de trabajo actuales son pasajeras y están lejos de ser las ideales. En estas circunstancias, es muy probable que el rendimiento laboral se vea afectado significativamente. Unas expectativas que no estén ajustadas a la realidad de la persona y la situación en la que se encuentra pueden ser una importante fuente de frustración.

Prevenir

En la medida de lo posible, aquellas tareas que sí o sí van a tener que ser realizadas todos los días. Por ejemplo, una buena idea podría ser dejar preparada durante las últimas horas del día la comida para el día siguiente. Por otro lado, quizá sea necesario fijar un rato, al principio de la mañana, para dedicarlo únicamente a la planificación del estudio de los más pequeños. De igual manera, convendría reservar a lo largo de la mañana dos o tres intervalos de tiempo para que puedan realizar revisiones y consultar dudas, evitando así, en la medida de lo posible, la improvisación.

Flexibilidad y paciencia

Tanto con uno mismo como con los que nos rodean. La situación actual nos golpea emocionalmente a todos, pero los niños son, probablemente, los más afectados. Todos tenemos derecho a estar inquietos, angustiados, tristes o temerosos ante la incertidumbre. Así pues, tan importante es establecer unas rutinas y unos horarios en casa como conseguir ser los suficientemente flexibles para adaptarnos e ir aprendiendo del día a día.

Atención plena en lo que estamos haciendo

Durante estos días resulta especialmente tentador estar permanentemente conectado a las noticias, bien sea a través de la televisión, la radio o las redes sociales. Esta actitud, lejos de hacernos estar mejor informados, sólo conseguirá obstaculizar nuestro rendimiento tanto en el plano laboral como en la crianza de nuestros hijos. Así pues, aunque asumimos que no vamos a poder dedicar tanto tiempo como de costumbre a nuestras obligaciones laborales, conviene asegurarse de que evitamos aquellas fuentes de distracción que entran dentro de nuestra capacidad de control.

Evitar las comparaciones continuas en las Redes Sociales

La comparación en los seres humanos es innata y adaptativa. Nuestra capacidad de comunicarnos mediante el lenguaje está intrínsecamente relacionada con la capacidad para establecer relaciones y comparaciones entre las diferentes categorías mentales. Sin embargo, los problemas pueden aparecer cuando esas comparaciones se hacen con categorías imaginarias y utópicas. Mucha gente (especialmente personajes públicos) viven de proyectar en las Redes Sociales una imagen de sí mismos totalmente distorsionada y edulcorada. Incluso muchos de ellos se atreven a dar recomendaciones de cómo hemos de vivir o de sentirnos los demás en nuestro día a día para lograr estar bien y sacar lo positivo del momento.

No queramos ser perfectos

No existen los padres perfectos, ni los niños perfectos ni los trabajadores perfectos. De hecho, la situación actual está lejos de ser perfecta. La lectura, la pintura o los juguetes tradicionales son entretenimientos más que deseables en la educación de los menores. Es fantástico tener los medios y las ganas para recrear escenas de películas un día, hacer escapes room virtuales al día siguiente y crear nuestra propia barra de pan casero durante el fin de semana. Pero también es posible que después de nuestra jornada laboral estemos cansados, y probablemente no todos los días tengamos las ganas o las fuerzas como para hacer de la tarde una aventura única e irrepetible para los menores.

Por ello, no menospreciemos la ayuda que en esta situación pueden suponer otras fuentes de entretenimiento más pasivas y, a priori, menos recomendables, como la televisión, los ordenadores, las tabletas o las videoconsolas, que pueden aportarnos a los adultos momentos de tregua en los que sacar adelante nuestras obligaciones externas.


En definitiva, parece que el paso de los días en las familias va dejando atrás la falsa euforia, la confusión y la frustración generalizada para dar mayor protagonismo a la aceptación, la flexibilidad y el ajuste de expectativas como estrategias de afrontamiento, más allá de los condicionantes particulares de cada hogar.

Manuel Martínez

Psicólogo de ASAPME, especialista en población infanto-juvenil