Conchi, una mujer de 45 años, relata en qué estado se hallaba cuando decidió pedir ayuda profesional En el 2008, perdió el trabajo, se endeudó y estuvo a punto de perder la casa

El Periódico de Aragón. S. Barraguer / 28-07-13

Tiene 45 años. Cinco más de los que cumplía cuando «todo empezó». Conchi, que prefiere no dar sus apellidos ni revelar su actual empleo, empezó a «no estar bien en su trabajo». «Cobraba poco y no disfrutaba de vacaciones», dice. Por eso, decidió meterse «en un negocio», pero también le salió mal. Y se puso «hasta el cuello de deudas». No le quedó más remedio que cerrarlo, pero con «una deuda de 15 millones de pesetas», explica, usando una moneda que entonces ya no estaba en vigor.

Y llegaron «las taquicardias, no poder dormir por las noches, la pérdida de fuerzas y una gran desilusión». A su situación económica se unía entonces la necesidad de criar a una hija que hoy tiene 23 años y que sigue viviendo con ella. Y también la de cuidar de su madre, enferma de esquizofrenia. «La situación se me hizo tan difícil que lloraba sin sentido», rememora esta zaragozana, que ahora ve las cosas con otra perspectiva. «Fue cuando estuve a punto de perder mi casa», apunta. «Entonces –reconoce– tuve que ponerme las pilas».

Antes, se había descubierto gritando a su hija «sin motivo», estando de «mal genio todo el día» y viendo que «todo se me derrumbaba». «Yo creo que se me juntaron tantas cosas, que me desmoralicé por completo y, al contrario de lo que siempre me había pasado, me falló la ilusión para tirar hacia adelante», reflexiona, sin dejar de nombrar a su madre, ahora en una residencia, y a su hija.

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Los especialistas aseguran que quien padece este tipo de trastornos es plenamente consciente. Otra cosa es descubrir, si es el caso, a partir de qué momento se necesita la ayuda profesional. A Conchi la clarividencia le llegó gracias a su contacto con la Asociación Aragonesa pro Salud Mental (Asapme), a cuyos responsables conocía por la actividad que desarrollaban con su madre.

En las instalaciones de la asociación en Zaragoza, Conchi acudió a terapias de grupo e individuales. «Fue una etapa muy difícil», cuenta, «pero descubrí que siempre hay herramientas para salir adelante». Las sesiones en las que participaba, le permitieron «sacar lo mejor de mí mismo». «Una fuerza interior que ni siquiera sabía que tenía», apunta, al tiempo que no oculta que ella siempre prefirió las consultas individualizadas.

En las de grupo, eso sí, «había personas como yo, otras que ya habían logrado tirar para adelante y otras a punto de hacerlo», relata. Y «escuchar a otras personas hablar de sus problemas, que son más graves que los tuyos, te invita a ti a ver un hilico de luz».

Gracias al apoyo de la asociación, y también, subraya, a «dedicarle mucho esfuerzo y a pelear mucho», Conchi se encuentra ahora bastante mejor. No es que hayan desaparecido los problemas. «Estoy pagando aquella deuda todavía, pero logré renegociar la deuda y firmar una segunda hipoteca para mi casa», dice. Ahora tiene un trabajo, en el que la han ascendido y en el que asegura estar «muy contenta». Y, sobre todo, ha recuperado la ilusión.